Tras nuestra muerte quedarán vagando por el espacio las ondas electromagnéticas y todos los pulsos electrónicos que guardan la estupidez viajando a la velocidad de la luz. Es posible que en el planeta ya no quede ni una sola bacteria viva, que esto sea un puro territorio mineral, pero cualquier alienígena podrá escuchar el parloteo imbécil con la suerte de no poder descifrarlo.